Durante los días de confinamiento el tiempo se ha dilatado hasta tal punto que la vida cotidiana se ha visto trastocada, sobre todo al no poder abrazar y besar a los seres queridos y amigos, poco después, al habérsenos limitado el tiempo en que podíamos pasear o practicar deporte. La percepcion del tiempo estando confinado es muy distinta entonces al de la vida normal, las horas, los días y las noches se solapan habitando en el mismo espacio donde se trabaja. En el caso del trabajo de creación en solitario el tiempo real todavía se percibe más lentamente, posee otra densidad, desde el proceso intelectual hasta la ejecución y terminación de una obra, es en ocasiones dificultoso y dilatado, por no hablar de los periodos improductivos, las interupciones, las obligaciones personales, sociales, o la falta de salud. Mientras tanto, el tiempo lo mide el reloj interior, el anímico, la soledad y la satisfación de hacer lo que a uno le gusta, sin limitaciones, entonces sí, el tiempo cunde en el estudio y el trabajo fluye, no cesa, tomando las debidas precauciones sanitarias, claro. Leer, aprender, dibujar, pintar, o diseñar los soportes donde se presentarán las obras son procesos que consumen tiempo.
Observar de forma relajada y alejada de cualquier preocupación vital los lugares que frecuento durante el paseo, es la actividad que mas disfruto después de un día de trabajo. Luego, si llevo la cámara conmigo, suelo tomar alguna foto, casi siempre eligiendo la misma ubicación que en ocasiones anteriores, de tal manera que obtengo el mismo registro, pero con su variación lumínica y coloración estacional. Algunas de estas fotografías, tomadas en momentos en que la luz modela el paisaje con mayor intensidad o uniformidad, sugiriendo, mostrando u ocultando superficies y colores indescriptibles, me servirán después de base para trabajar en mi estudio.

















